El
silencio del aprendiz.
Todas
las corrientes iniciáticas, sin excepción, imponen el silencio del
neófito, es una de las herencias de las escuelas filosóficas de la
antigüedad que resultan más exóticas en nuestros días. El
silencio se sitúa en oposición a la propia inercia de la sociedad
actual, donde la información y la transmisión de las ideas nos
sobrepasa. La sola idea del silencio nos parece extemporánea. Sin
embargo es un verdadero tesoro que prepara al neófito para su
trabajo interior y paralelamente, lo protege ante el mundo profano,
ayudándole en su tiempo y espacio sagrado.
El
silencio del neófito tiene una faceta interna -de introspección
personal y absolutamente privada- y otra faceta externa.
Recordemos:
El silencio interno es un deber. Tanto el silencio interno, como el
silencio externo.
Los
neófitos deben mantener un silencio interior que sea el punto de
partida de la reflexión: Saber Pensar, Saber Dudar, Saber Callar(1),
este silencio es la base de la aproximación a la sabiduría, y punto
de partida para el auto-conocimiento. Nos sirve de gran ayuda en el
Nosce te ipsum (Esta frase
significa "Conócete
a ti mismo" y es la traducción latina de la máxima griega
inscrita en el frontispicio del Templo de Apolo -Delfos-).
La
reflexión interior, al ser practicada, provoca en el individuo un
estado de absoluto control del pensamiento y de este modo, mantenerlo
concentrado en aprender, en intuir, en interiorizar lo aprendido.
No
lo consideremos como una actitud pasiva, no lo es. El neófito no
habla sino con la palabra justa y la palabra justa es la forma
sublime del silencio. La
única manera de saber expresar palabras justas y sabias, es después
haberlas meditado a través del silencio.
Simbólicamente,
en la ley iniciática del silencio, se nos enseña que este no es
simplemente callar, es la acción por la palabra -o su ausencia-
buscando la iluminación y nuestro lugar como individuo en el
universo, la reflexión inherente al silencio tiende a la búsqueda
de la verdad, de la justicia y de la luz, evitando las acciones
inerciales de la vida cotidiana que solo llevan al oscurantismos que
a la larga nos perjudican directamente y por nuestro reflejo
perjudican a la humanidad entera.
Recordemos:
La virtud del silencio del aprendiz enseña a ser tolerante y
prudente con las limitaciones e ideas propias y ajenas. Nada hay más
peligroso que la verdad mal comprendida.
No
solo las corrientes iniciáticas sino las grandes líneas religiosas
universales han recomendado el silencio:
El
primer ejemplo podemos encontrarlo en la iconografía egipcia, en
ella encontramos a Harpócrates que representa a Horus niño. Es
representado con los dedos de la mano derecha tapando su boca en
señal de estado de silencio. Como neófito, Harpócrates es el sol
débil del amanecer, o el Sol invernal, desnudo y desprotegido. Pero
como Sol, se transforma en poderoso, a través de su etapa de
silencio y reflexión y de débil niño se transforma en un Horus
guerrero.
Del
cristianismo nacieron los eremitas, que llevaban una vida solitaria y
ascética, sin contacto estable con la sociedad, con el fin de
alcanzar una relación con Dios(2) que consideraban más
perfecta. En el catolicismo encontramos a los cartujos que consideran
el silencio fundamental para lograr la contemplación. Por ello, la
palabra se utiliza solamente en el canto o en lo estrictamente
necesario para llevar a cabo las tareas cotidianas. (en lo profano)
Para
los místicos sufíes, el silencio es seguridad, no decir nada en el
momento apropiado es una característica de los hombres verdaderos,
igualmente se considera que hablar en la ocasión apropiada es una
de las cualidades mas nobles
El
Talmud(3) afirma que “que guardar silencio es un
imperativo espiritual crucial con formidables ramificaciones
positivas”
Recordemos:
El silencio es necesario para la evolución espiritual e
imprescindible en el espacio y tiempo sagrado personal.
El
silencio externo, aquel impuesto a observar en lo cotidiano, es
también consecuencia de la dualidad de los tiempos y espacios
profanos y sagrados:
Recordemos:
Es necesario comprender que el tiempo y el espacio espiritual es
sagrado y en consecuencia es distinto al mundo profano, los actos y
pensamientos sagrados son paralelos a nuestra vida profana, no deben
tener interferencias ni convergencias salvo sus aplicaciones
practicas. ¡Aprendamos a separar el tiempo sagrado del tiempo
profano y el espacio sagrado del espacio profano!
El
silencio no implica ocultación, la mayoría de nosotros nos sentimos
orgullosos de recorrer un sendero iniciático, no exigimos ocultar o
negar nuestra vinculación, sin embargo, sí impone al neófito el
secreto iniciático, la no revelación a profanos de lo que se pueda
aprender o intuir, manteniendo de este modo ambos espacios separados,
es la discreción, que trataremos en la próxima monografía.
En
el mundo esotérico y místico, se usa mucho una frase que es
sobre-utilizada en ocasiones, es la frase donde el grupo iniciador o
el maestro se impone silencio ante una pregunta del neófito, esta
frase, suele ser “esto ahora no toca” o “esto no corresponde a
tu grado de iniciación”. Aparentemente es una salida tangencial
ante una duda del neófito que el maestro no sabe resolver,
frecuentemente la realidad es que la pregunta este fuera de la línea
iniciática en ese momento. Es el silencio del maestro, muy molesto
para el buscador de la luz, pero tremendamente necesario.
Desde
un punto de vista mas mundano, es interesante la lectura de la
“Biografía del silencio: Breve ensayo sobre meditación”
(Biblioteca Ensayo -Menor) de Pablo d'Ors.
Nota:
en muchas corrientes esotéricas, se usa la máxima “Saber, Osar,
Hacer, Callar” usando estas palabras en múltiples combinaciones:
- Saber Osar y Saber Hacer
- Saber Callar y Callar Saber
- Callar Osar y Callar Hacer
- Osar Saber, Osar Hacer y Osar Callar
- Hacer Osar y Hacer Callar
(2)
Aquí usamos la expresión Dios en lugar de la fuente, por respeto al
contexto cristiano del párrafo.
(3)
Talmud: Obra que recoge principalmente las discusiones rabínicas
sobre leyes judías, tradiciones, costumbres, leyendas e historias.
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