El ser
humano tiene como condición indispensable para su propia identidad
la necesidad de relacionarse con otros, sea esta una relación
personal o colectiva. Las relaciones nos provocan un interminable
conjunto de interacciones sociales, dado que, nadie en sociedad puede
ser auto suficiente. La autarquía personal no existe. Pensemos
simplemente como llegan a nuestra mesa unas simples frutas, hacen
falta comerciantes de semillas, agricultores, transportistas,
vendedores y un largo etcétera. Los humanos dependemos de otros
humanos y grupos de humanos. Así mismo necesitamos un medio de vida
que nos permita conseguir dinero y que nos permita llevar una vida
satisfactoria. Queremos también relaciones sentimentales y
relaciones de vida social.
La
larga cadena de imbricaciones sociales en nuestra vida suponen muchas
relaciones y estas muchas obligaciones, las mas usuales son los
horarios, obedecer ordenes de alguien, incluso hacer algunas cosas
que realmente no nos apetecen pero que los deberes asumidos nos las
impone. Todas estas obligaciones parecen contrarias al principio de
libertad que tanto nos gusta usar como bandera.
Recordemos:
Cambiamos libertad por cubrir nuestras necesidades.
Además
de este intercambio de libertad por la necesidad de cubrir lo básico
de nuestra vida, estamos sometidos a la socialización, proceso que
nace desde la infancia y esta dirigido a asumir y entender como
propios los usos y costumbres del entorno, que son integrados en
nuestra personalidad para poder diferenciar lo
aceptable de lo inaceptable, siempre desde el punto de vista social o
gregario.
En
el proceso de socialización, los diversos círculos que emanan una
conducta aceptable para el grupo son la familia, la escuela, los
amigos, las parejas y los medios de comunicación entre otros.
Estamos pues sometidos a dos aprendizajes de socialización, el
aprendizaje en la niñez, por la que nos convertimos en miembro de la
sociedad y el aprendizaje adulto, que es el proceso por el cual
entendemos la socialización y la adaptamos a nuestra propia
personalidad.
Las
relaciones no son absolutas, son fundamentalmente irreales,
construidas en base a unos convencionalismos sociales que son
aprendidos y asimilados, pero que no tienen porqué coincidir de unas
sociedades a otras, ni mucho menos de unas personas a otras. Sirva el
ejemplo del convencionalismo social de la comida, no solo el tipo de
comida si no incluso la función de la comida en la relación, para
un oriental, la comida es un momento de alimentación y para un
occidental se convierte en un momento de compartir.
Recordemos:
Cambiamos libertad por cubrir nuestras necesidades básicas y además
nuestra libertad esta condicionada al entorno socializador en el
tiempo y espacio profano que nos toca vivir.
Un
buscador de la luz, debería trabajar en pos de modificar sus
parámetros de relación hacia unas relaciones que solemos llamar
confluentes.
Entendemos que toda relación que un buscador de la luz
tenga, debe servirle para sumar, nunca para restar ni para mantenerse
en la misma situación. Una relación confluente es el resultado de
la acción conjunta de dos o más personas, pero caracterizada por
tener un efecto superior al que resulta de la simple suma de dichas
personas. Las relaciones tienen que aportarnos valor en si mismas y
nosotros debemos aportar valor en la relación.
No
cometamos la imprudencia de pensar que estamos hablando de relaciones
de pareja (que también estamos hablando de ellas), cuando hablamos
de relaciones confluentes, hablamos de las relaciones laborales,
vecinales, asociativas y en general de cualesquier relación que
tengamos o emprendamos, todas ellas deben aportarnos un plus a
nuestra vida profana que nos permita seguir con la relación y
nosotros debemos mejorar también a la otra parte de la relación.
La
relación confluente, es intrínsecamente igualitaria, es una
relación y perdónesenos el lenguaje empresarial “win to win”,
esta filosofía se basa en que cualquier relación tiene que estar
sustentada por la confianza, enfocada a darnos y proporcionar aquello
que se espera de nosotros, buscando el largo plazo, la estabilidad.
Y
hemos llegado ya al objetivo básico de la confluencia en las
relaciones: la estabilidad.
La
búsqueda de la perfección espiritual, es un elemento que debería
estar en lo mas alto de la pirámide de Maslow(1), por
ello, es necesario que el buscador tenga bien asentados los demás
factores de esta pirámide, fisiología, seguridad, integración e
incluso reconocimiento. Es evidente que no todos los buscadores de la
luz pueden estar en estas condiciones, pero si tenemos que tener la
capacidad de orientarnos hacia que nuestras relaciones profanas nos
cubran estas necesidades.
Si
bien la pirámide de Maslow es un concepto antiguo y bastante
superado por la psicología moderna, es interesante como ejemplo de
donde se debe situar los intereses esotéricos en una escala de
necesidades generales
Recordemos:
Las relaciones correctas son aquellas que nos proporcionan una
contrapartida que nos permita mantenerlas a largo plazo. Tenemos que
intentar que las relaciones profanas, sean positivas y nos permitan
una estabilidad, que nos den posibilidades de generar nuestro tiempo
y espacio sagrado, desarrollar nuestra libertad individual,
comprender que somos partes de un sistema complejo de humanos al que
tenemos que aportar nuestro trabajo a
la gloria del progreso.
(1)Abraham
Maslow psicólogo estadounidense conocido como uno de los fundadores
y principales exponentes de la psicología humanista, padre de una
teoría una jerarquía de necesidades humanas y defiende que conforme
se satisfacen las necesidades más básicas, los seres humanos
desarrollan necesidades y deseos más elevados.
Nota
adicional: El lenguaje empresarial usa el termino “sinergia” para
definir nuestro concepto de confluencia, y es definido así: el
efecto del trabajo de dos o más personas en conjunto es mayor al
esperado considerando a la suma de las acciones por separado.

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